To the Ones Who Show Up, Always!

Hoy queremos escribir algo para quienes hacen tanto y a veces no se les dice lo suficiente. Para esas personas que día tras día están ahí, en el salón, en el patio, en reuniones, cargando libros, ideas, preocupaciones y también sueños. Para nuestros queridos maestros.

No sabemos si a veces lo notamos, pero su labor va mucho más allá de dar clases. Están formando personas. Y no solo con libros o tareas, sino con su ejemplo, con su manera de hablar, de escuchar, de guiar, de estar presentes. Eso no se enseña en ningún manual, eso se hace con vocación, y eso se nota.

Los vemos llegar con su termo de café, con su plan de clase en mente, con mil cosas por hacer y aun así con tiempo para saludar, para preguntar cómo estás, para animar al que viene bajoneado, para poner atención al que no se atreve a hablar. Porque sí, también son consejeros, psicólogos, entrenadores emocionales y, en muchos casos, una figura de confianza muy importante para nuestros niños y jóvenes.

Y lo hacen con amor. Con cansancio, sí, pero con amor. Porque hay algo que los mueve desde adentro, que los lleva a seguir enseñando incluso cuando nadie se los agradece, incluso cuando el día estuvo pesado o cuando sienten que no fue su mejor clase. Aun así, ahí están.

Hoy no queremos solo felicitarlos por su día. Queremos que sepan que los vemos, que los valoramos, que estamos orgullosos de ustedes. Que reconocemos todo eso que hacen y que muchas veces pasa desapercibido. Su trabajo deja huella, aunque no siempre lo escuchen. Y esa huella puede cambiar vidas.

Así que gracias. Gracias por su paciencia, por su energía, por su entrega, por esa vocación que se siente cuando entran al salón. Gracias por formar parte de este proyecto tan bonito y por hacerlo con el corazón.

¡Feliz día, queridos maestros!