La música tiene una forma especial de conectar con las personas, de convertirse en parte de sus vidas y acompañarlas en cada etapa. En nuestra comunidad Piaget, tres miembros han encontrado en ella un espacio de crecimiento, reto y disfrute, y hoy queremos compartir sus historias.
Mía Álvarez, de 4° Orange, descubrió su amor por la música desde pequeña. Durante la pandemia en 2021, comenzó a tomar clases de piano eléctrico en línea, aprendiendo a leer las notas y familiarizándose con el pentagrama. Su entusiasmo fue tal que continuó con clases presenciales y, con el tiempo, también desarrolló un gusto por componer, cantar y bailar. En 2022 ingresó a Encore, su escuela de música, donde ha participado en varios ensambles y ha tocado en tres conciertos. Su talento y pasión la han llevado a seguir creciendo como artista, disfrutando cada presentación y dejando huella en el escenario.
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Nico Caravia, también de 4° año, lleva cuatro años tocando la batería. Desde segundo de primaria ha formado parte de varios conciertos con su escuela de música, la misma en la que estudia Mía. En este último concierto, además de tocar con su grupo de niños, dio un paso más y se presentó con los teenagers, un reto que asumió con emoción y mucho compromiso. Y como si fuera poco, esa misma mañana jugó la final de un torneo de fútbol… ¡y la ganó! Fue un día lleno de logros, reflejo de su esfuerzo y pasión tanto en la música como en el deporte.
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Para Erika Zavaleta, mejor conocida como Kika, la música fue un sueño de infancia que por mucho tiempo parecía inalcanzable. Siempre quiso tocar la guitarra o la batería en un escenario, imaginarse entre luces, ruido y aplausos, pero la vida adulta con sus responsabilidades la hizo postergar ese anhelo. Fue hasta que llevaba a sus hijos a clases de música que decidió intentarlo. Al principio, aprender fue complicado: los dedos no respondían como ella quería y las canciones no sonaban como esperaba, pero con paciencia y práctica empezó a avanzar. En 2024 enfrentó un reto aún mayor cuando le detectaron un tumor en la cabeza. Durante todo ese proceso, la música fue su refugio y su motivación.
El 25 de enero, Kika cumplió uno de sus más grandes sueños: tocó el bajo en un grupo de papás y la guitarra con los teenagers en un concierto de su escuela de música. Fue un logro que representó mucho más que subirse a un escenario; fue la prueba de que nunca es tarde para aprender algo nuevo y que con esfuerzo y pasión, todo es posible.
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Nos llena de orgullo ver cómo nuestra comunidad sigue creciendo, superando retos y alcanzando sus metas. Felicidades a Mía, Nico y Kika por inspirarnos con su dedicación y amor por la música. ¡Que sigan los éxitos!